Crisis de personal en la hostelería andorrana: restaurantes con mesas vacías pero sin camareros

La escena es cada vez más habitual en Andorra: llegas a un restaurante, pides mesa y la respuesta es que no hay disponibilidad, aunque a simple vista veas varias mesas vacías y ningún cliente esperando. No se trata de falta de interés en recibir comensales, sino de algo mucho más grave: la falta de personal suficiente para atenderlos.

El sector hotelero y de restauración andorrano atraviesa una crisis sin precedentes. La escasez de mano de obra, las dificultades para atraer personal cualificado, la crisis de la vivienda y un sistema de cuotas de inmigración considerado demasiado rígido han generado un cóctel explosivo que amenaza la viabilidad de muchos negocios.

Un problema que trasciende fronteras

La situación no es exclusiva de Andorra. En destinos turísticos tensionados como Ibiza ya se observaba este mismo fenómeno: restaurantes y hoteles con capacidad pero sin trabajadores para atender. El problema se agrava cuando la oferta de vivienda se destina casi en su totalidad a los turistas, dejando a los potenciales empleados sin alojamiento asequible.

En Andorra, además, entran en juego las estrictas cuotas de inmigración, que impiden que muchos trabajadores puedan permanecer tras la temporada para la que fueron contratados. Así lo señalaba Agustín Martínez, del restaurante 120, al Diari d’Andorra:

“Tienes que volver a empezar cada vez. Cuando un empleado ya está formado y se caduca el permiso, se tiene que ir y hay que entrenar a alguien nuevo.”

Restaurantes cerrados y servicios reducidos

Las consecuencias ya son palpables. La propietaria de los hoteles Arinsal y Comapedrosa se vio obligada a cerrar el restaurante de uno de ellos por falta de personal, lo que debilitó además su posición frente a proveedores. En Andorra la Vella, la Arrosseria ha reducido sus servicios, dejando mesas desocupadas que no pueden usarse.

El caso del restaurante EXIMI es aún más ilustrativo: su propietaria calificó la situación de “vergüenza”, y explicó que, junto a su marido de más de 65 años, se ven obligados a seguir trabajando porque no encuentran a nadie que cubra los puestos vacantes.

Vivienda e inmigración: los grandes obstáculos

Para muchos empresarios, el verdadero cuello de botella está en dos frentes: las restricciones de inmigración y la falta de vivienda.

“Ya no sale a cuenta trabajar en Andorra. Las cuotas son insuficientes y la situación de la vivienda no ayuda. Para encontrar un piso, la gente se tiene que dejar el sueldo entero”, lamentaba Julià Alarcón, del restaurante IZAI.

El problema se intensifica en zonas aisladas como el Pas de la Casa, donde la mayoría de alojamientos están destinados al turismo. Joanot Martinot, del hotel Panda, lo resumía así:

“Muchos trabajadores se van por las normas de Inmigración, pero el problema de la vivienda lo hace todo mucho más difícil y nuestra ubicación geográfica también es un factor disuasorio.”

Grandes operadores vs. pequeños negocios

Mientras los pequeños restaurantes y hoteles sobreviven “haciendo malabares” para abrir cada día, las grandes estaciones de esquí tienen más margen de maniobra. Algunas cuentan con recursos para atraer a temporeros de temporadas anteriores y, cada vez más, con capacidad de ofrecerles alojamiento.

Un ejemplo es SAETDE, que recientemente firmó un acuerdo con el Comú d’Encamp para gestionar 14 apartamentos en el Pas de la Casa durante todo el año. Antes, los alojamientos solo estaban disponibles en invierno, lo que obligaba a los trabajadores a marcharse al acabar la temporada de esquí. Ahora, gracias a esta medida, se podrá retener al personal con alquileres regulados por el Gobierno de Andorra.

¿Un futuro incierto para el turismo andorrano?

El sector reclama con urgencia una reforma en las políticas laborales y migratorias, además de medidas efectivas para garantizar vivienda asequible a los trabajadores. La pregunta que cada vez resuena más fuerte entre los empresarios es clara:

¿Qué ocurrirá el día en que no haya quien atienda a todos esos turistas que llegan a Andorra?

Hasta entonces, la imagen de mesas vacías pero inaccesibles se mantendrá como el reflejo más visible de una crisis que amenaza el corazón de la hostelería andorrana.